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2022-10-14 19:52:18 By : Mr. Kenny Liang

Amamos y necesitamos la tecnología pero, ¿somos conscientes de los residuos que genera? La basura electrónica es un gran problema, y nosotros somos los primeros responsables. Vamos a ver a dónde va la chatarra tecnológica que termina en los vertederos o en los centros de reciclaje, y qué se hace con ella.

Cambiamos de móvil casi todos los años, tiramos a la basura los discos duros y las memorias USB que se han quedado pequeñas, compramos pulseras inteligentes o smartwatches baratos que nos ponemos dos veces y al final desechamos... Pilas, CDs y DVDs grabables que ya no necesitamos... Generamos una inmensa cantidad de basura electrónica... ¿a dónde va a parar?

Los desechos tecnológicos son un gran problema porque la mayoría de ellos son muy contaminantes, y sus efectos pueden duran más de mil años. Es una responsabilidad que recae en todos los eslabones de la cadena: los fabricantes que no usan materiales más ecológicos porque son más caros, los consumidores que queremos pagar lo mínimo posible por nuestros dispositivos y los cambiamos cada año sin necesitarlo por moda o costumbre, y los gobiernos que no invierten lo suficiente en plantas de reciclaje o en tratar correctamente los residuos.

Según la ONU, en 2018 el mundo generó 50 millones de toneladas de basura tecnológica. Eso significa que cada habitante de la Tierra produjo 6,6 Kilos de desechos tecnólogicos. En España se genera un millón de toneladas de desechos electrónicos, y según Orange cada año tiramos a la basura 20 millones de móviles, y guardamos una media de 3 móviles viejos en casa.

Vodafone trae a España el Fairphone 3, un móvil respetuoso con el medio ambiente y los Derechos humanos, con un rompedor diseño modular que permite personalizarlo al gusto. Descúbrelo.

¿Qué ocurre cuando tiramos un móvil o unas pilas a la basura, o lo llevamos a un centro de reciclaje? 

Vamos a tratar de descubrirlo, pese a que no es fácil seguir la pista a los residuos.

La basura tecnológica, chatarra electrónica o desechos tecnológicos se conoce también con en nombre técnico de RAEE (Residuos de aparatos eléctricos y electrónicos). Se considera basura tecnológica cualquier desecho electrónico alimentado por electricidad o campos electromagnéticos que ya no funciona, o su vida útil ha terminado.

Estos residuos tecnológicos se agrupan en siete categorías. La división es importante, porque cada grupo tiene un método de reciclaje diferente. Exige sus propias plantas de reciclado y proceso de manipulación.

Estas son las categorías:

El problema que presenta la chatarra tecnológica, aún más grave que otros desechos como el plástico, es que los dispositivos electrónicos están fabricados con metales y otros elementos químicos tóxicos. Estos materiales tóxicos están encerrados en contenedores, como puede ser una batería o el interior de una pantalla, o no son tóxicos al tacto pero sí pueden ser mortales si los ingieres. Cuando una batería o un monitor terminan en el basurero y se rompen o degradan, liberan esos metales tóxicos que se filtran en la tierra y el agua. Van a parar a las plantas y animales, y los acabamos ingiriendo.

Las baterías de litio son uno de los elementos más importantes para numerosos dispositivos. Ahora, la industria se enfrenta a un problema, el del reciclaje de las baterías de los vehículos eléctricos.

En otros casos, los materiales tóxicos viajan en forma de gases cuando se quema la basura o los propios dispositivos electrónicos, para extraer los metales preciosos que también contienen (oro, plata, platino, y otros más raros).

Estos son algunos ejemplos de metales tóxicos que contiene la basura tecnológica, y sus efectos para nuestro organismo, o el medio ambiente:

Hay más de dos docenas de materiales tóxicos y perjudiciales que se liberan a través de la basura tecnológica.

Otro problema adicional es que no son biodegradables, y su efecto dañino puede permamenecer activo durante cientos o miles de años.

Para ser responsables que la tecnología que consumimos, lo primero que hay que hacer es reconocer nuestros errores. Los consumidores somos los primeros que contribuimos a aumentar la montaña de desechos tecnológicos de forma irresponsable.

Cambiamos de móvil cada año pese a que no lo necesitamos, usamos docenas de pilas desechables cuando podríamos utilizar las recargables, compramos memorias USB o tarjetas micro SD pequeñas o muy baratas, y al poco tiempo las tiramos porque no funcionan o se han llenado enseguida. Nos compramos 3 o 4 pulseras inteligentes de diferentes marcas, para probar, porque son muy baratas. Y hay muchos otros ejemplos.

Tiramos a la basura o llevamos a un punto limpio productos que aún funcionan, o tienen una avería sin importancia, cuando podríamos arreglarlos, o donarlos.

Si intentamos alargar la vida útil de la tecnología, compramos solo lo que necesitamos sin dejarnos llevar por los caprichos y las modas, e intentamos reparar o darle una segunda vida a los productos que ya no necesitamos, reduciríamos enormemente la basura tecnológica.

Buena parte de la culpa del exceso de residuos que generamos, también la tienen los fabricantes que crean los productos tecnológicos.

Ya hemos hablado del uso irresponsable de materiales tóxicos, simplemente porque son más baratos, pero hay otros muchos frentes abiertos.

Uno de los más polémicos es la obsolescencia programada. Se llama así a una acción premeditada del fabricante de un producto, para que éste deje de funcionar correctamente cuando alcance una determinada fecha. Para reducir su vida útil, en definitiva.

Listen to "Episodio #21: Obsolescencia programada - ¿Qué es... ? Con Rubén Andrés Barbero" on Spreaker.

Los ejemplos más claros de obsolescencia programada que hemos vivido en los últimos años son la caducidad de las baterías, que dejan de funcionar al cabo de un tiempo y en muchos casos, especialmente en productos baratos, no no son reemplazables.

O los sistemas operativos, que dejan de actualizarse pasados dos años del lanzamiento del móvil, forzando a los usuarios a cambiar de terminar aunque esté como nuevo, para poder disfrutar de las nuevas funciones de la última versión de iOS o Android.

Estos son los teléfonos móviles más vendidos en Amazon España, entre los que destacan varios smartphones de Xiaomi, marca que domina de forma aplastante el top de esta tienda.

Otro ejemplo indignante es el de las reparaciones. A todos el mundo nos ha ocurrido, llevar a reparar un electrodoméstico al servicio técnico y decirte que sale más barato comprar uno nuevo que repararlo. O directamente, que no se puede reparar porque no existen piezas.

Por no hablar de las trampas. En 2017 se descubrió que la mayoría de los fabricantes programaban las impresoras para que indiquen que un cartucho está agotado, cuando aún queda un 20% de tinta.

Otra polémica reciente con las baterías de Apple tuvo lugar en 2017, cuando se descubrió que intencionadamente Apple reducía la velocidad de los iPhone 6 viejos cuando la batería comenzaba a mostrar signos de desgaste.

La excusa que puso es que los iPhone se resetean cuando la batería está en mal estado, y al reducir la velocidad se reducía el consumo y se evitan reinicios inesperados. Pero muchos expertos lo tildaron de "truco sucio de obsolescencia programada", al no avisar a los usuarios de que su iPhone funcionaba más lento, facilitando así que comprasen uno nuevo.

Cuando un aparato tecnológico deja de funcionar, o se ha quedado anticuado o no lo queremos, pueden pasar varias cosas.

Hay desaprensivos que lo tiran en descampados o vertederos ilegales. Esta basura nunca se recicla y acaba contaminando la zona.

También es irresponsable tirarlo a la basura. En los vertederos se intenta recuperar la basura tecnológica que está a simple vista, pero la que queda sepultada en montañas de basura nunca se recicla, degradándose en el vertedero y filtrando las materias tóxicas a la tierra y el agua. O bien se quema y dichos materiales se extienden a través del humo y los gases.

La opción más sensata es llevarlo a un punto limpio. Allí reciclarán todo lo que sea posible.

Como es lógico, los países que más residuos generan son las más avanzados, o los que tienen más población. Según Iberdrola, China, Estados Unidos y Japón son los más contaminantes. Pequeños países como Tuvalu o Micronesia, los que menos:

Sin embargo, en función de los kilos de basura tecnológica por habitante, los más contaminantes del mundo son los países nórdicos: Islandia, Noruega y Dinamarca, seguidos de Suiza y Reino Unido.

Según reconoce el propio PNUMA, el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el 80% de la basura tecnológica termina en vertederos de China o África. Les vendemos la chatarra electrónica porque allí ganan dinero con el reciclaje, la venta de segunda mano, la venta de piezas de respuesto o la extracción de metales preciosos de los dispositivos.

Pero el resultado es que buena parte de los residuos contaminantes de Europa o Estados Unidos terminan contaminando estos países.

El mayor vertedero tecnológico se encuentra en la ciudad de Guiyu, en China. Allí toda la población, 150.000 personas, se dedican a procesar la basura electrónica. Existe casi 6.000 empresas, la mayoría familiares, que desmantelan los productos electrónicos para obtener oro, cobre, plomo, y otros metales valiosos.

Allí los niveles de plomo y cobre son 300 veces más alto que la media en otras ciudades cercanas. El agua ya no es potable, y tienen que abastecer la ciudad con camiones cisterna. Si un zapato toca el río, hay que tirarlo a la basura.

Otro de los vertederos más grandes está situado en Agbogbloshie (Ghana), donde trabajan 30.000 personas. El país importa 250.000 toneladas de desechos electrónicos del Primer Mundo. La concentración de metales pesados en la zona es mil veces mayor que la media. En los colegios cercanos al vertedero la contaminación por plomo, cadmio y otros contaminantes supera en 50 veces los niveles libres de riesgo.

Además está generalizada la práctica de quemar los plásticos para que queden solo los metales. Ese humo tóxico se extiende cientos de kilómetros.

Otros vertederos tecnológicos están situados en Filipinas, Nigeria y la India.

Los dispositivos electrónicos que llevamos a un punto limpio o tiramos en contenedores habilitados para ello, van a las plantas de reciclaje. Pero en 2018 apenas suponía el 20% de toda la tecnología que se desecha. Como hemos visto, el 80% restante se pierde en la basura o se vende al Tercer Mundo.

En estas plantas de reciclaje se intenta recuperar la mayor cantidad de piezas y materiales posibles, para su reutilización. Si no es posible, se intenta eliminar o minimizar el efecto de los materiales tóxicos.

Podemos tomar como ejemplo a Ewaste, una planta de tratamiento de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos creada recientemente en Canarias, que está considerada la más moderna y avanzada de Europa.

Ewaste es capaz de tratar más de 100 distintos tipos de aparatos electrónicos diferentes, con un porcentaje de descontaminación del 99,8% de los gases de efecto invernadero.

Todos los móviles nuevos, e incluso los reacondicionados, tiene una garantía. Pero, ¿sabemos lo que cubre? ¿Qué "trampas" nos han preparado las compañías? Es hora de atraverse a leer la letra pequeña de la garantía de los móviles.

Posee cinco líneas de tratamiento de basura electrónica independientes: aparatos eléctricos y electrónicos con gases refrigerantes, pequeños aparatos electrónicos y eléctricos, televisores y monitores, grandes electrodomésticos, y equipos informáticos.

En este esquema podemos ver la línea de tratamiento de pequeños aparatos electrónicos:

Una pre-trituradora permite el desmontaje mecánico (1) y cuenta con un sistema de extracción de polvo para retirar los contaminantes. Ocho operarios (2) separan manualmente ciertos componentes tóxicos: pilas, baterías, cables, motores, cartuchos de tóner, etc.

Con los residuos descontaminados, una trituradora reduce su tamaño. Después se produce una separación automática de metales férricos (4) y de los metales no férricos de los plásticos (5). La planta procesa 5.000 Kilos de desechos a la hora.

En el caso de los monitores y televisores, se desmontan manualmente y se separan los cables, las carcasas, las placas de circuito impreso, los condensadores y las bobinas de cobre, que serán depositados en contenedores específicos.

Después se procede al corte y separación de los vidrios del cono y de la pantalla, y se aspira el fósforo.

Los equipos informáticos pasan a una línea de desmontaje manual para recuperar cada uno de sus componentes: memorias, placas de circuito impreso, CD y discos duro. Posteriormente se destruyen.

Hemos visto cómo solo se recicla el 20% de la basura eléctronica. El resto termina en vertederos de Asia y África. Hay que cambiar este círculo vicioso, por responsabilidad y ética. ¿Qué medidas estamos tomando?

Afortunadamente, algunos gobiernos se han puesto serios a la hora de combatir la obsolescencia programada. La Unión Europea es pionera: Hace unos años aumentó el periodo de garantía de todos los productos de 1 a 2 años, para forzar a los fabricantes a retrasar la obsolescencia programada. También se están debatiendo iniciativas como incluir en todos los productos una etiqueta con su vida útil.

En Francia se ha aprobado la Ley sobre la transición energética y el crecimiento verde (Ley 2015-992), que califica como delito la obsolescencia planificada demostrada, con penas de hasta 2 años de cárcel y multas de 300.000 euros, o el 5% de las ventas anuales de la compañía.

Tambíen existen iniciativas privadas. FENNIS es la Fundación Energía e Innovación Sostenible Sin Obsolescencia Programada y ha creado el sello ISSOP para indicar los productos que no tienen obsolescencia.

También es vital que las empresas asuman su responsabilidad. Por suerte, algunas ya lo están haciendo.

Con 20 años de retraso, las empresas de bebidas dejarán de usar anillas y envoltorios de plástico en 2020 y 2021, sustituyéndolas por anillas de cartón.

Algunas, aún más innovadoras, han desarrollado anillas comestibles que no solo no contaminan, sino que sirven como alimento para los peces, si terminan en el mar.

[CH] Anillas comestibles para sujetar latas de cerveza

En el ámbito de la tecnología, empresas como Motorola apuestan por reparar, en vez de sustituir. Además de diseñas móviles modulares, ha sido el primer fabricante en ofrecer kits de reparación de móviles, para cambiar la pantalla y otros componentes de forma sencilla.

En las última décadas, hemos perdido el concepto de la reparación. Toda una generación ha crecido bajo la cultura del usar y tirar, y eso tiene que cambiar.

Existen inicitivas como Repair Café, una red de locales que nació el Holanda, en donde ciertos días a la semana se reúnen mecánicos, ingenieros, informáticos y otros expertos, y reparan todos los artículos que les trae la gente.

Ya existen más de 1.000 Repair Café en todo el mundo, y su número no deja de crecer.

Tirar un producto tecnológico, incluso aunque lo lleves a un punto limpio de reciclaje, debe ser el último recurso. Si no quieres venderlo de segunda mano o apenas te dan dinero por él, aún existe otra posibilidad: donarlo.

Existen ONGs que recogen dispositivos eléctronicos incluso aunque sean viejos o estén estropeados, los arreglan y los donan a personas desfavorecidas, o a países en desarrollo.

Los smartphones y las tablet están muy solicitados en países pobres o en vías de desarrollo, aunque sean antiguos. Puedes hacerlo en Recicla tu Móvil, coordinado por Amnistía Internacional. También en Movilízate por la Selva.

No Lo Tiro no es una ONG, sino una web de donaciones abiertas a todos. Donas algo, y cualquiera puede reclamarlo. ¿Tienes una consola, un ordenador o una tablet que ya no necesitas? En Juegaterapia los recogen para que las puedan usar los niños enfermos de cáncer.

Precisamente, los ordenadores son muy solicitados en asociaciones culturales, atención de menores, o se llevan directamente a países pobres. Seguro que en casa tienes algún PC que ya no usas. Dáselo a Ingeniería sin Fronteras, o a Informática Abierta.

Reducir la basura electrónica empieza por nosotros mismos. Solo así podremos exigir responsabilidades a los demás.

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